Otra Mente Brillante Arruinada por la Educación

27 nov 2009

En Memoria de las Tortugas 3 /3



"El pueblo era más grande de lo que parecía a simple vista y mientras la luz del día aumentaba, las dos chicas pudieron apreciar que era un lugar bien cuidado, con varios negocios autosuficientes que no dependían exclusivamente del turismo, como tantas otras ciudades de la costa.
De hecho, una vez que encontraron un lugar abierto donde desayunar, el chico que trabajaba detrás de la barra las puso al tanto de que más que un pueblo costero, eran una ciudad universitaria,
-No es que estemos en los mapas, recién estamos empezando, pero tenemos una muy buena cátedra de oceanografía, lo mismo que de biología marina, con eso de que encontraron nidos de tortugas marinas en la zona.- y había sumado a eso algunas carreras mas, intercalando carreras marinas con algunas humanísticas.
Pola escuchó, tratando de entender que tenía que ver Ludo con eso. A Ludo no le gustaba el mar, ella lo sabía. Recordaba una anécdota de un viaje, de un niño de siete años y un accidente con un bote cerca de una escollera.
No, a Ludo no le gustaba el mar.
El chico también había sido lo suficientemente amable como para indicarles la oficina de bienes raíces y decirles que abría a las nueve, y que mientras tanto por qué no se daban una vuelta por la plaza, o por el barrio residencial.
Pola había aceptado la sugerencia, Clara había decidido quedarse en la confitería,
-Cuidando los bolsos. Hasta que nos registremos en el hotel.- y por la forma en que sus ojos habían vuelto al chico de la barra, Pola imaginó que a Clara no le molestaría en absoluto esperar.
Caminando por las calles que de a poco empezaban a poblarse, Pola trató de entender que era lo que Ludo había querido decirle.
No había nada en este lugar que le recordara a él. Nadie que lo conociera, nadie que la conociera, nadie que supiera la historia de ambos o que al menos la imaginara.
Sentada en un banco de una plaza, Pola subió las piernas y las abrazó. No tenía sentido. Nada lo tenía. Era ridículo estar ahí, ridículo haber venido, ridículo seguir llorando por un hombre que con su último aliento la había mandado a un pueblo en medio de la nada en vez de decirle que la quería.
Nunca le había dicho que la quería.
Sentada en el banco sacudió la cabeza.
Iba a volver a casa.
Había sido una estupidez venir.
Respiró hondo el aire salado.
A diferencia de Ludo, ella siempre había adorado el mar.
Una lágrima corrió por su cara.
Dios, lo extrañaba tanto.
Extrañaba los juegos de magia y las conversaciones. Extrañaba las tardes en que él le explicaba matemáticas y ella le mostraba mapas del cielo, contándole de sus sueños de astronomía. Extrañaba su sentido del humor tonto, sus sonrisas blancas, sus manos grandes. Los momentos en que sabía que él estaba mirándola porque se le erizaba la piel, los momentos en que quería sacudirlo por no animarse a acercarse a ella ahora que estaba por cumplir los dieciocho.
Extrañaba todo lo que había deseado tener y ahora nunca tendría.
Se secó la cara con violencia.
A la mierda con todo. Iba a ir a la inmobiliaria, poner el terreno en venta, irse a casa y...
Enterró la cara en sus rodillas y las manos en su pelo, todo su ser temblando en un grito reprimido.
Ya vería que haría, no tenía sentido adelantarse.
Clara, la única en todo el mundo que sabía la verdadera medida de sus sentimientos por Ludo, había tratado de consolarla diciéndole que por suerte era joven. Lo único que Pola veía en su juventud era más tiempo para envejecer sin él.


La inmobiliaria abrió por fin a las nueve y cuarto, y un hombre de mediana edad, con anteojos redondos y una bolsa de facturas en la mano la dejó entrar, luchando por que su cara no trasluciera su confusión al encontrar a la adolescente de ojos serios, sentada en los escalones, esperándolo.
-Vengo a poner en venta un terreno.- saludó sin mas preámbulos.
El hombre le indicó su oficina, con un enorme ventanal que daba a la vereda, donde en un parterre un rosal empezaba a florecer.
-Que bien.- le indicó donde sentarse. -¿Dónde está el terreno?
Ella se removió en el asiento, los ojos marrones detrás de los anteojos redondos eran amables, como si este tipo de cosas le pasaran todos los días.
-No sé, no lo conozco en realidad. Fue una herencia. Vine hasta acá para verlo, pero cambié de opinión y quisiera ponerlo a la venta.
El hombre asintió,
-Muy bien. ¿A nombre de quien está el terreno?
-Paula Benegas...- se desdijo. -Bueno, no, supongo que todavía debe estar a nombre de Ludovico Sorensen.
La mano del agente inmobiliario, Alfredo Nero, según una plaquita sobre su escritorio, se quedó quieta camino al archivo que tenía a su derecha.
-¿Ludovico Sorensen?
-Sí.
-No sabía que el profesor había muerto.- y su tono apenado la hizo fruncir el entrecejo.
-¿Usted conoció a Ludo?
Nero se encogió de hombros,
-No mucho, lo conocí cuando vino a comprar el terreno. Un tipo agradable. ¿Qué pasó?
Ella se mordió el labio y sacudió la cabeza, sin querer pensar en eso,
-Mal momento, mal lugar. ¿El terreno?
-Sí.- buscó la carpeta dentro del archivo. -¿Sos la hija?
-No.- Nero levantó la cabeza y la miró nuevamente. Tonto de él. No había nada del hombre rubio que había conocido en la chica morena que estaba frente a él. Volvió a sus documentos. Nada genético al menos.
-Bueno, no creo que haya ningún problema para poner el terreno a la venta. Tan solo tengo que confirmar que todo esté en orden.- Pola le dio el número de teléfono del abogado, su nombre y demás datos que el agente consideró pertinente. Nero anotó todo en el margen de una hoja dentro de la carpeta. -Listo. Se va a vender enseguida. Estando como está cerca de la universidad y la casa siendo nueva me la van a sacar de las manos.
Pola parpadeó,
-¿Casa?
-Sip. Todavía no está terminada, pero no creo que a la persona que compre el lote le cueste mucho terminarla. Está muy bien diseñada.
-Pensé que era solo un terreno.
-Bueno, no. Desde hace casi dos años, hay una casa en medio del terreno.
Dos años.
Pola maldijo una vez más la memoria de Ludovico Sorensen.


Después de aquel beso en el jardín, Ludo había empezado a pasar menos tiempo en casa de los Benegas. Excusas varias habían impedido que los padres de Pola indagaran dentro de este súbito alejamiento, pero Pola lo había entendido.
Todo había sido su culpa.
Si ella hubiera podido mantener sus manos quietas nada hubiera pasado.
Finalmente, seis meses después de aquel condenado cumpleaños, Pola lo había acorralado en la sala de profesores del colegio donde ella asistía y donde él estaba trabajando desde principios del cuatrimestre anterior.
-¿Podemos hablar un minuto?
Ludo estaba sentado a la mesa, corrigiendo unos exámenes y había mirado su reloj. Siempre que se encontraba con ella miraba su reloj. Pola odiaba ese reloj.
-Tengo que terminar de corregir esto. Estoy ocupado. ¿En otro momento?- y había mirado en su dirección, sin mirarla directamente. Esa era otra cosa que también hacía cada vez que se encontraban. Empezaba a desesperar de alguna vez conseguir que él volviera a mirarla a la cara.
Pola había cerrado la puerta de la sala de profesores detrás suyo y se había apoyado en ella.
A la mierda con cualquiera que quisiera entrar.
-Vengo a pedirte perdón.
Esto le había ganado por fin una mirada directa.
-¿Perdón?
-Perdón. Había tomado mucho en la fiesta, y no quiero que por culpa mía dejes de venir a casa. Mis viejos te extrañan. Prometo que no voy a hacer nada para que te sientas incómodo.- y detrás de sus ojos negros había habido un ruego.
Por favor por favor por favor.
No me hagas las cosas mas difíciles.
Mentí conmigo, digamos que fue mi culpa, seamos amigos otra vez.
El había bajado la birome azul con la que estaba trabajando.
-No fue culpa tuya.- los ojos azules la habían mirado atribulados. -Fue la mía. Yo me aproveché de que estabas borracha.
Pola no había podido evitar sonreír.
-No estaba borracha. Creeme, nunca me viste borracha.
El no le había devuelto la sonrisa,
-Pola, tenés quince años. Definitivamente fue mi culpa.
La chica había sacudido la cabeza.
-Y dale con eso. ¿Qué tiene que ver mi edad con nada?
-Sos una nena y yo no soy un monstruo.
Esa frase acusó recibo en la parte blanda de su cerebro, provocando olas y anillos concéntricos.
-¿Un monstruo?
Ludo se había frotado la cara,
-Aparte del hecho de que cualquier cosa que pudiera yo hacer me llevaría directamente a la cárcel, yo solo me sentiría en la obligación de entregarme si tan sólo se me ocurriera tocarte.
Ella se había mordido el labio,
-¿Por qué siempre armás oraciones tan complicadas?
-Es un mecanismo de defensa.
-Era una pregunta retórica.
El se había concentrado en sus exámenes. Pola había soltado la manija de la puerta.
-¿Es cierto eso?
-Sí, desde chico. Me siento superior armando oraciones complejas.
-No, lo de que ni siquiera se te ocurre tocarme.
Ludo jugó con la lapicera entre sus dedos pero no levantó la mirada,
-¿Yo dije eso?
Ella asintió,
-Algo así.
-Bien. Sí, algo así. Andá, tengo que terminar con esto antes de que suene la campana.
-No. No hasta que no aclaremos las cosas.
-No hay nada que aclarar. Si tu viejo se entera me cuelga de los pulgares... por no ser grosero.
Ella dejó salir el aire en un suspiro exasperado,
-Mirá que sos jodido, Sorensen.- decidida caminó hasta donde estaba él, sin darle tiempo de escapar, obligándolo con su gesto a ponerse en pie para no quedar en desventaja.
Pola lo había mirado a los ojos, tratando de hacerle entender, de conseguir que la información entrara en esa cabezota dura,
-Estoy enamorada de vos. Locamente. Completamente chiflada. Desde hace un montón. Desde que te conozco, y por lo que puedo ver, no va a pasar, no por ahora, si es que nunca. Así que aceptalo. No tenés que hacer nada al respecto. No pretendo promesas de amor eterno, ni nada por el estilo. Lo único que pretendo es que dejes de tenerme miedo y que podamos volver a ser amigos. Éramos buenos amigos. Somos buenos amigos. Mas allá de la edad y de lo que yo sienta por vos. Ahora, - avanzó otro paso que Ludo retrocedió -En dos años voy a tener 18, y en ese momento, cuando ya nadie pueda acusarte de nada, voy a volver a repetirte todo esto. Ahí espero de vos una respuesta honesta.
Y después de todo ese discurso, discurso que la había dejado temblando por dentro, Pola había dado media vuelta y había dejado atrás a un hombre apabullado.
Estaba dicho. Si él no lo entendía... ya no había nada más que ella pudiera hacer.
Después de eso, las cosas habían vuelto a encausarse.
No exactamente igual, por supuesto, mas de una vez Pola lo había sorprendido mirándola con una expresión especuladora, pero al menos había vuelto a comer a casa de los Benegas, y su amistad había sido retomada, si no en el punto donde la habían dejado, en algún lugar bastante cercano.


-¿Me podría indicar donde es que queda el terreno? Cambié de opinión, quisiera verlo.
Nero se sacudió las migas y el azúcar de las manos,
-Tengo que ir para ese lado. Vamos que la llevo.
Pola asintió, preguntándose si debería avisarle a Clara y decidiendo que no.
La chica subió al asiento del pasajero de la camioneta estacionada frente a la inmobiliaria y se puso el cinturón de seguridad.
-¿Es muy lejos?- quiso saber cuando por fin arrancaron, rompiendo el silencio.
Nero pareció agradecer el sonido,
-Veinte minutos. El profesor me hizo manejar bastante hasta que encontramos el lugar exacto donde quería estar.- y se mordió el labio, notando un gesto triste en la boca de la muchacha ante la mención de Ludo, sintiéndose culpable de haberlo traído a colación, aun cuando todo lo que estaban haciendo era en su nombre.
Pola pensó en sonreír y hacer algún comentario nostálgico respecto de lo terco que a veces podía ser Ludo, sobre la necesidad que tenía de conseguir exactamente lo que quería, sobre sus manías y de cómo a veces podía volverla loca. Hacer algún comentario al pasar que tranquilizara al agente inmobiliario y lo hiciera dejar de mirarla como si fuera algo delicado, capaz de quebrarse de un momento a otro.
Pero no lo hizo,
-Oh.- fue todo lo que pudo decir, y Nero le sonrió breve, amable, entendiendo que Pola no podía evitar ser frágil.
-Pero bueno, al final encontramos lo que quería. Un lugar a tiro de todo, pero no demasiado cerca de nada.- manejó con cuidado, ya fuera de los límites de la ciudad, hasta encontrar la salida y doblar por un camino bordeado de pinos. -Quería algo desde donde pudiera verse el mar, pero no demasiado cerca.- tomó una curva cerrada y entró en un parque bien cuidado, giró a la izquierda y finalmente estacionó.
-Es acá.
Pola miró a su alrededor,
-¿Dónde?
-La casa está atrás de los árboles.- buscó en la guantera donde había guardado la carpeta con todo y sacó un juego de llaves que entregó a la chica.
Pero ella no se bajó,
-¿La universidad, por casualidad, tiene una cátedra de astronomía?
Nero frunció el entrecejo,
-Sí. No es muy grande, pero como los fondos son privados han conseguido traer un par de profesores del exterior.
Pola apretó los dientes, las últimas piezas del rompecabezas cayendo en su lugar, formando una imagen demasiado dolorosa como para mirarla por demasiado tiempo.
-Supongo que también una de matemáticas.
Nero la miró con pena, sin captar los detalles pero entendiendo la idea,
-Sí.- Pola asintió. Era obvio que había una cátedra de matemáticas.- ¿Querés que vaya con vos?- preguntó Nero, y ella cambió su asentimiento por una negación.
-No. Gracias.
-Bien.- él sacó una cinta métrica. -Tengo algunas cosas que medir. Avisame cuando estés lista.
Bajaron los dos del auto y Pola se dirigió hacia la línea de pinos.
La casa, grande, de dos pisos, si bien casi terminada, todavía presentaba el frente medio pelado de las cosas en construcción. Escombros, pilas de ladrillos, montañas de arena. Sólo faltaba emprolijar. La mano ansiosa del dueño de casa que ansía poder entrar al hogar de sus sueños.
Pola abrió la puerta de madera doble con la llave que le diera Nero y ni bien cruzara el dintel la asaltó el olor a pintura fresca, a mueble nuevo, a cal viva.
Despacio, con la lentitud de los glaciares, avanzó unos pasos dentro del amplio hall de entrada y el aire frígido de casa vacía infló el globo rojo que presionaba en su interior, amoratando su costillar por el lado de adentro.
Esto no estaba bien.
Ella no tendría que estar haciendo esto sola.
Esto dolía.
Terrible, rabiosa, miserablemente.
Cruzó por sobre los pisos de madera lustrada, sus zapatos de suela de goma no levantaron ningún sonido, y recorrió el lugar, encontrando sin dudas el cuarto principal, donde un colchón doble, todavía envuelto en plástico, esperaba de pie contra la pared la llegada de una cama que nunca vendría.
Unas escaleras de caracol forjadas en hierro negro la llevaron hasta un altillo, que pudo adivinar hubiera sido un observatorio. Un enorme ventanal ubicado al este daba a un balcón, donde un banco de madera solitario adoraba al mar. Estantes empotrados cubrían dos de las paredes y en uno de los estantes una caja abierta contenía un pequeño telescopio de juguete.
Pola lo sacó de la caja y leyó la inscripción en su superficie pulida.
A las estrellas...
Abrazó el juguete, entendiendo por fin por qué Ludo había buceado en su último aliento para decirle esto. Si él no se lo hubiera dicho, ella hubiera vendido todo sin venir nunca. Si él no hubiera murmurado el nombre de este lugar ella nunca hubiera sabido de todo esto.
Un te quiero no hubiera podido abarcar todo lo que este lugar representaba.
Un te quiero hubiera sonado vacío a las puertas del cielo.
Con paso abstraído bajó las escaleras y volvió al living.
¿Cuándo tenía Ludo pensado hablarle de todo esto?
La muchacha casi pudo imaginarlo, una reunión en su casa, una fiesta con motivos de su egreso de la secundaria, de su cumpleaños dieciocho. Casi pudo verlo, verse, entrada la noche, en la cocina, terminando de lavar los platos mientras Ludo, como siempre, secaba.
-Te felicito.- hubiera dicho él, secando las copas con esa energía que ella siempre pensaba rompería el cristal.
-Gracias,- hubiera contestado, sonriendo, las manos llenas de jabón, feliz de tenerlo cerca, brillando eléctrica en su mera presencia, aun cuando sólo fuera de esa manera.
-¿Y ahora?- Ludo se hubiera servido un vaso de Sprite de una botella medio vacía, o quizás el final del vino que su padre habría usado para brindar, y antes de que ella le contestase, hubiera agregado, -Porque si no tenés planes para el resto de tu vida, estoy construyéndote una casa junto al mar.
Pola se arrodilló en el piso de madera pulida cuando sus piernas se negaron a seguir sosteniendo el peso de su cuerpo.
Apretó el telescopio contra su pecho. Cerró los ojos. El tiempo perdido ardió en su pecho y se extendió por sus extremidades. No era justo. Se estaba ahogando. Su boca se abrió en un grito que se atoró en su garganta. Se acurrucó aún mas sobre sí misma, tratando de protegerse de la furia. Nadie podía sentirse así y sobrevivir.
Pero el momento pasó y con su pasar una sensación curiosa sobrevino. El aire pareció entibiarse y una idea, una certeza la envolvió con la suavidad de una manta muy querida.
Hubieran sido felices en esa casa.
Lo sabía como sabía que sus ojos eran negros, como sabía que el otoño precedía al invierno, como sabía que el mundo no perdonaba.
Verdades inmutables a las que todo está sujeto.
Hubieran sido felices en esa casa.
El conocimiento llegó en oleadas, escondido en el eco de un futuro que no era. La risa de un niño que no nacería, el olor de una cena que nunca sería cocinada, el sonido de una canción.
¿Qué es eso detrás de tu oreja?
Hubieran sido felices.
Con el conocimiento llegó la calma.
Ya no había más monedas.
Ya era hora de decir adiós.
Con cuidado de no romperse se puso de pie, abrazada al telescopio. Ludo le sonrió desde el pasillo, iluminando su interior como un árbol de Navidad, y ella le devolvió una sonrisa húmeda, temblando por dentro como el fin de las historias.
Después, todavía abrazada al juguete, salió de la casa, cerró la puerta y dio unos pasos hacia atrás. Miró la fachada por un largo momento, consignando todos y cada uno de los detalles a su memoria.
Si no se iba ahora no se iría nunca.
Apretando las llaves en su mano hasta que los dientes atravesaron la piel, fue en busca de Nero para que indicarle que pusiera la casa en venta."

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El Fin.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó <3

Damaduende dijo...

Me alegro mucho que te haya gustado :)

Aylin dijo...

Awwww... (tissue.snif, snif...)

Me lo revivis porfis? Dale que si... Que lo revive una bruja pagana o lo clona un cientifico loco?
Dale que les das una oportunidad...

I love the story....Life sucks.

Damaduende dijo...

Prometo que cuando se me levante el bloqueo que me impidió hacer el NaNo de este año te saco un AU felicísimo, en el que nadie se muere, y todos galopan hacia el atardecer :)

MAJO dijo...

GUADA ME QUEDE CON GANAS DE MAS!!!, NO PUDE PARAR DE LEER!!!
ESCRIBITE OTRO PORFAS!!!! QUE BUENO, QUE BUENO Y QUEEEE BUEEEENOOOOO!!!!!!

Damaduende dijo...

Majo!! Nena!! :) !! Me alegro que te haya gustado. Hay otro cuento por ahí, La Musa, no sé si lo leiste. Espero que también te guste si le echás un ojo.
Gracias por comentar
Besos besos